viernes, 5 de octubre de 2012

El misterio de Alejandra Pizarnik


La poeta sangrienta 

Su suicidio, los retratos donde asoma como un niño azorado, su figura entre andrógina y desalineada, las anécdotas y los diarios íntimos que se revelan con cuentagotas construyeron una imagen trágica y mágica de Alejandra Pizarnik. A su vez, el asunto de su sexualidad siempre ronda como inspiración o como pesadilla. Por reticencia o por exageración, todos los que la conocieron marcan un lazo entre su poética y su deseo hacia las mujeres. A cuarenta años de su muerte, más datos y más voces salen a la luz, y el misterio continúa bien guardado.

Según se desprende de sus diarios, Alejandra no se consideraba lesbiana: no se estaba ocultando sino que, sencillamente, no creía que eso definiera su identidad: “Estoy cansada de este supuesto clima homosexual, que no es auténtico en mí. No sólo no soy lesbiana ni lo puedo ser (...) Cuando desperté imaginé mil llamadas telefónicas a M. Imaginé mil cartas, imaginé que me moría y la mandaba llamar en mi agonía. Y no comprendo por qué tiene que ser así. Pero pasa que me asusta la palabra ‘homosexual’. Prejuicios viejos en mi vida joven”. (Entradas del diario íntimo, 18 de diciembre y 25 de diciembre de 1960. Alejandra Pizarnik Papers, Archivo 1, carpeta Biblioteca de la Universidad de Princeton, citadas en El cuerpo de la letra, Patricia Venti, 2011)

Ver el artículo completo en el suplemento Soy de Página/12

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